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Qué es la felicidad y cómo se logra

Qué es la felicidad y cómo se logra

El psiquiatra best seller Enrique Rojas lo explica: “Nos equivocamos en las expectativas”. “Una persona se hace vieja cuando sustituye sus ilusiones por sus recuerdos, cuando mira más hacia atrás que hacia delante”, asegura el catedrático español.

Hace pocos meses, en un cóctel, en Madrid, el doctor Enrique Rojas (74), psiquiatra y autor de 10 títulos, se cruzó con Mario Vargas Llosa. “¿Cómo puede ser que un libro de psicología venda más que los míos?”, le preguntó sorprendido el nobel de Literatura. Se refería al libro Encuentra tu persona vitamina, escrito por la hija y colega de Rojas, la doctora Marian Rojas Estapé, que se posicionó el año pasado como la autora con más ejemplares vendidos dentro del ranking español.

Desde el Hotel Alvear, donde se hospeda en su visita a la Argentina, el reconocido médico psiquiatra responde a ese interrogante de manera simple y concreta: “La psicología y la psiquiatría tienen mucha resonancia actualmente. Yo he vendido 3 millones y medio de libros, y soy un médico que escribe, no un escritor. Los temas que tratamos mi hija y yo tienen mucha resonancia”.

Con más de cuatro décadas de trayectoria profesional y una historia de vida signada por la tragedia y la superación, el doctor Rojas está casado, tiene cuatro hijas y dirige el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas (Madrid). Cada semana estudia unas 8 horas y es dueño de una biblioteca con más de 8000 ejemplares. En su paso por Buenos Aires, presentó su nuevo libro –que lleva un título de lo más ambicioso: Todo lo que tienes que saber sobre la vida (Planeta)– en el cual condensa 14 lecciones de lo más variadas.

"Tenemos que aspirar a una felicidad relativa", dice Rojas
“Tenemos que aspirar a una felicidad relativa”, dice Rojas

En diálogo con LA NACION, el catedrático vuelve sobre algunos de los temas desplegados en este último título, como la felicidad, las crisis de pareja y los efectos del resentimiento y la incertidumbre en el bienestar. Además, se explaya en el análisis de la sociedad que lo recibe. “El argentino es muy crítico, es muy duro consigo mismo”, dice.

–¿En qué consiste la felicidad, de la que usted tanto habla? Y, ¿cómo se logra?

–Primero le diría que la felicidad absoluta no existe. Se da en el otro barrio, en el otro mundo. Nosotros tenemos que aspirar a una felicidad relativa, que consiste, entre otras cosas, en tener buena salud y mala memoria; en tener una personalidad equilibrada y tener un proyecto de vida con cuatro cosas dentro: amor, trabajo, cultura y amistad, y en estar contento con uno mismo, al comprobar que hay una buena relación entre lo que uno ha soñado y lo que ha conseguido.

–Hablando de los sueños, ¿qué tanto afectan las expectativas que tenemos de la vida en nuestra felicidad?

–Uno de los grandes errores que cometemos es equivocarnos en las expectativas. ¿Qué significa eso? Yo tengo una fórmula de la felicidad: resultados divididos por expectativas. Entonces, cuando tienes expectativas moderadas, todo va mejor. Pero cuando esperas mucho, te desencantas. Pasa en Argentina con los políticos. Todos estamos esperando que venga una persona a arreglar el país, una figura excepcional. Pero no es fácil.

–Cuando habla de que es mejor “tener mala memoria”, ¿habla de dejar atrás el resentimiento?

–Sí. El resentimiento es una palabra que significa dos cosas: sentirme dolido y no olvidar. ¿Por qué es malo? Porque produce una persona agria, amargada, dolida, echada a perder. Y aparece la venganza: el que la hace, la paga. Entonces, si tuviéramos 7 vidas, como los gatos, es otra cosa. Pero teniendo una sola, dedicar gran parte de nuestra existencia a la venganza, a pensar en el pasado, no tiene sentido. Nosotros hablamos mucho de esto con nuestros pacientes: “reconcíliate con tu pasado, sé capaz de superarlo”. A todos nos han pasado cosas malas.

El pasado martes, durante una charla sobre felicidad en el colegio Los Molinos, en el marco de los festejos de los 50 años del colegio
El pasado martes, durante una charla sobre felicidad en el colegio Los Molinos, en el marco de los festejos de los 50 años del colegio

–¿En qué medida la felicidad depende del contexto, de las cosas que nos pasan, las personas que nos rodean?

–El tener un programa de actividades vitales, el tener una vida afectiva, por ejemplo, tener una pareja estable, tener amistades, el tener un trabajo digno, una vida cultural, tener curiosidad por aprender, son algunos de los grandes platos. Pero en esta vida hay circunstancias en que todo falla. Por eso es fundamental tener herramientas para superar las adversidades de la vida. Tengo un libro, No te Rindas, que habla sobre esto.

–¿De alguna manera la muerte de su hijo, a los dos años, afectó en su carrera profesional?

–Me afectó porque mi mujer estuvo casi un año llorando. Era el juguete de la casa. Se cayó a la piscina y fue un drama. La muerte de un hijo pequeño está, dentro de los indicadores del trauma de la vida, entre el primer y segundo puesto. Pero lo hemos superado. Yo tengo la suerte de tener un sentido espiritual de la vida. Es una carta escondida.

–Cuando usted dice que la dimensión más importante de la felicidad es el futuro, ¿a qué se refiere?

–La felicidad consiste en la ilusión. Siempre hay que esperar cosas buenas de lo que está por venir. Por ejemplo, ¿qué significa la vejez? La vejez no depende de los años, sino de las ilusiones por cumplir. Una persona se hace vieja cuando sustituye sus ilusiones por sus recuerdos, cuando mira más hacia atrás que hacia delante. La ilusión es fundamental.

–El concepto de felicidad es muy amplio. Hay quienes hablan de momentos felices y quienes hablan de un estado de felicidad. ¿Cómo lo ve usted?

–Hay dos modalidades fundamentales. La felicidad puntual y la felicidad estructural. La primera consiste en momentos concretos en los que uno se siente bien: felices sueños, feliz Navidad, felices vacaciones. La segunda es la felicidad estructural, que es más existencial, que significa estar contento con uno mismo al comprobar que el proyecto de vida está saliendo relativamente bien. Este proyecto, además de amor, trabajo, vida cultural, y amistad, debe incluir una quinta pieza, que son las aficiones, los hobbies. Estos son los descansos, traer cosas distintas a las habituales en la vida. Por ejemplo, una de mis aficiones es la pintura, yo pinto abstracto. También me encanta la música clásica, entonces cuando tengo tiempo libre o cuando estoy estudiando pongo a Mozart, Beethoven. Las aficiones son fundamentales. Quienes no las tienen se van al patio de vecindad, que son la televisión, las redes sociales. Me da mucha pena, es una limitación. Tenemos que entender lo importante que son las aficiones para evitar la depresión y la ansiedad.

–En su libro usted dedica muchas páginas al amor de pareja, pero especialmente de las crisis de pareja. ¿Por qué?

–Porque las parejas rotas son la peste del siglo actual. Yo voy mucho a Londres, doy clases allá, en el Imperial College, desde hace muchos años. También voy a Nueva York. Y en estas ciudades se ve de manera clara: la primera patología colectiva en la sociedad, la primera epidemia psicológica, es esta. En nuestro equipo de trabajo, en Madrid, en el consultorio Rojas Estapé que yo dirijo, tenemos personas del equipo que están muy centradas en las terapias de pareja. Hacemos farmacoterapia, psicoterapia, terapia integral.

–¿Qué tan comunes son estas crisis en parejas estables?

–Cualquier pareja, antes o después, tendrá un momento de crisis, o varios, por exigencias del guión. Lo más difícil de esta vida es la convivencia. No hay nada que sea más complicado. Bueno sí, aprender japonés a los 70 años –se ríe–. La convivencia te examina todo: tu personalidad, tu carácter. Por eso ha aparecido ahora el pánico al compromiso.

"Las parejas rotas son la peste del siglo actual", afirma Enrique Rojas
“Las parejas rotas son la peste del siglo actual”, afirma Enrique Rojas

–¿Usted cree en la importancia de perseverar ante la crisis de pareja?

–No de perseverar, sino de intentar arreglarla y no separarse. En la cultura del instante, que consiste en “lo quiero todo y lo quiero ya, apretando un botón”, esto es complicado. En las crisis de pareja, lo grande, lo bueno, lo positivo, es volver a empezar. Y eso necesita tiempo. Me perdono a mí mismo y perdono a la otra persona. La cultura del instante va en la dirección contraria.

–Usted habla del impacto del contexto, del entorno en el bienestar de las personas, ¿Cómo nos ve en ese sentido a los argentinos?

–La Argentina es un país con mucho talento. Es un país muy importante en la región y yo lo veo como un pedazo de Europa en Latinoamérica, con mucha inmigración de españoles e italianos. Tiene una calidad humana extraordinaria. Pero tiene el problema de que el argentino es muy crítico, es muy duro consigo mismo. Hay muchos partidos políticos, cada uno tirando para su lado, y grandes enemistades y críticas de unos a otros. Es un país muy rico pero muy mal administrado y con mucha mala suerte con los políticos. Los políticos en general son muy ricos de palabra y muy pobres en acciones, es decir prometen y no cumplen. Y bueno, la principal afectación de esto en las personas tiene un nombre: incertidumbre: “¿Qué va a pasar? ¿Qué va ocurrir?”. La incertidumbre es desaliento, pesimismo, negatividad, pensar lo peor. Eso provoca un malestar de fondo. Genera dos tipos de malestar, el malestar personal, y el malestar colectivo.

–Argentina es el país con mayor cantidad de psicólogos per cápita. ¿Esto es un indicador positivo o negativo? ¿Cómo lo analiza?

–Argentina es el país del psicoanálisis. El psicoanálisis solo tiene resonancia en dos países, la Argentina y Francia. En Francia, porque allí ha habido algunos psicoanalistas interesantes que han hecho una buena labor. El psicoanálisis es Freud, y Freud, que fue el padre del pensamiento psicológico moderno, tuvo grandes aciertos y grandes errores. Su gran acierto fue descubrir que existe un territorio llamado el subconsciente donde se almacenan nuestras vivencias y se clasifican.

–¿Y por qué tiene tanto éxito en la Argentina?

–Creo que tiene que ver con que la Argentina es una tierra de inmigrantes, y el inmigrante busca siempre entender su pasado. Es impresionante la cantidad de argentinos que hacen psicoanálisis durante muchos años, intentando comprenderse a sí mismos. En la psiquiatría moderna hay algo que se llama psicoterapia operativa, que es algo mucho más práctico. Consiste en corregir errores míos o fallos, en reconciliarme con el pasado. En cambio, aquí se usa una terapia de tipo catártica. La catarsis es la necesidad periódica de contar lo que a uno le pasa. Son terapias interminables, yendo todas las semanas durante muchos años. El psicoanálisis está demodé en medio mundo.

–Usted dice que el psiquiatra es el nuevo médico de cabecera del siglo XXI. ¿Esto ya se da?

–En occidente sí. El psiquiatra hoy es un médico como cualquier otro. El psiquiatra es el médico de la conducta. Muchas veces tengo pacientes que no toman nada de medicación y hacen solo psicoterapia. Pero si una persona tiene estrés, tiene ansiedad, tiene insomnio o un cuadro depresivo real, la medicación es fundamental.

Fuente: Lanación