La visita del Presidente a Rusia y China suma incertidumbre y confusión en política exterior y hasta en la interna

La visita del Presidente a Rusia y China suma incertidumbre y confusión en política exterior y hasta en la interna

Los gestos de Alberto Fernández, como puente de Rusia y China en la región, no exponen “multilateralismo” sino un supuesto esquema de alianzas. Descoloca a los funcionarios que trabajan para asegurar el aval de EEUU ante el FMI. Pero además apunta al frente doméstico.

Todo en el oficialismo puede ser leído en clave interna y esa lista incluye la política exterior, desde el primer día de gestión. El viaje de Alberto Fernández a Rusia y China agregó esta semana un nuevo capítulo, inquietante: los nuevos gestos del Presidente se producen en el tramo crucial de la negociación con el FMI y dejan tecleando a los hombres que trabajaron de manera activa para lograr un gesto de Washington. Ayer mismo, la visita del jefe de Gabinete al flamante embajador de Estados Unidos en Argentina generó de inmediato explicaciones contradictorias y confusas que sólo se explican por las tensiones domésticas.

El tablero del oficialismo fue sacudido por la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados, en rechazo al acuerdo inicial con el Fondo. Descolocó a los otros socios del Frente de Todos y complica el panorama de Diputados, que seguirá teniendo como protagonistas del oficialismo a Sergio Massa y al jefe de La Cámpora, aunque en un clima de funcionamiento más áspero. El silencio sostenido hasta ahora por Cristina Fernández de Kirchner expresa como ningún otro ingrediente el real estado de cosas.

Juan Manzur, expuesto desde hace semanas al ejercicio de los esmerilamientos internos, estuvo ayer en la embajada de Estados Unidos. Fue una visita que en un contexto de mayor normalidad hubiese sido protocolar, exclusivamente. Las declaraciones previas del Presidente en Moscú le dieron otro significado. Y las estribaciones hacia el interior del oficialismo, también.

Alberto Fernández había sido crítico del vínculo “tan grande” con Estados Unidos y de la relación con el FMI. Hasta allí, muy en el límite por el contexto -una declaración frente a su interlocutor, Vladimir Putin, en la primera cita de este viaje-, habría estado más o menos en línea con la letra destinada a mostrar perfil propio en una gira internacional. Pero la frase más significativa fue otra: propuso a la Argentina como una “puerta de entrada” para Rusia en América latina. Esa definición con sentido regional no es precisamente un dato menor para Washington.

Juan Manzur con el embajador Marc Stanley. Una señal también con lectura internaJuan Manzur con el embajador Marc Stanley. Una señal también con lectura interna

El punto es cómo y si fue sopesada esa propuesta. Asoma lejos de la posición que se busca asociar al multilateralismo, entendido en sentido amplio como una postura de equilibrio. En rigor, lo que parece ser ofrecido a Putin es una sociedad estratégica para la región, algo que por lo demás es sugerido en el vínculo con Beijing. Y visto así se entiende la preocupación, también interna, por la contradicción que expone luego de las varias gestiones, públicas y reservadas, para lograr respaldo de la administración de Joe Biden a las tratativas con el FMI.

Desde medios oficialistas se dejaba trascender el desconcierto producido por el Presidente en esa línea de trabajo, que fue básicamente política y acompañó las gestiones técnicas del equipo encabezado por Martín Guzmán. De manera activa se viene moviendo desde hace rato Jorge Argüello. Y a la tarea del embajador en Washington se sumaron Gustavo Beliz y Massa. No habrían sido los únicos, por canales más informales.

La visita de Manzur a Marc Stanley no estuvo exenta de lecturas vinculadas al impacto de los dichos presidenciales en Moscú. Las contradicciones asomaron en formato de versiones. En circuitos del oficialismo, el hecho era presentado de entrada como un gesto para “calmar” las aguas con Estados Unidos. Pero a la vez, para bajarle la cotización, otros -con el Presidente ya de visita en China- le asignaban a la cita un carácter meramente protocolar, y acordado antes del inicio del viaje presidencial.

No eran las únicas lecturas. No faltaban versiones que colocaban el encuentro como resultado de una directiva de Olivos, lo cual se asociaba a la referida idea de amortiguar la situación. Sin embargo, el jefe de Gabinete reafirmaba personalmente la posición favorable a cerrar el acuerdo con el FMI. Un gesto individual y a la vez expresivo del grueso de los gobernadores -del PJ y de la oposición- por cuestiones de concepción política y por temor al impacto que podría tener un default con el organismo internacional. Es decir, sería un mensaje también hacia el interior del oficialismo.

Las declaraciones y gestos del Presidente en esta gira sugieren otra vez un juego desgastante con lógica interna. Dicho de otra forma: en este caso, apuntarían a compensar los gestos hacia Washington y estarían dirigidos a la platea del kirchnerismo duro, en la forzada y extemporánea visión que supone progresismo en una alianza con Rusia y China. Es, además, una movida de efecto doméstico quizá nulo, por el malestar persistente con Alberto Fernández en las cercanías de CFK.

De todos modos, resulta una estribación del inicial reparto de embajadas, según la posición más amigable de algunos embajadores con el país de destino. Fue notorio en el caso de las representaciones argentinas en Moscú y Beijing.

Visto en conjunto, y no sólo por los episodios de estos días, una expresión de falta de solidez en el sensible frente externo.

Fuente: Infobae

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