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“¿Han visto mi pelota?”: la conmovedora historia de un nene de siete años

“¿Han visto mi pelota?”: la conmovedora historia de un nene de siete años

Benicio tiene siete años y perdió un regalo muy especial en la Plaza Ardiles de la ciudad de Tandil. A partir de allí se generó una historia de solidaridad que movió a toda una comunidad, y llegó hasta los oídos de YPF, que se hizo eco de su caso y le obsequió más de 40 pelotas. Conocé su historia.

En la ciudad de Tandil, en un sector del Barrio Falucho, y hace apenas un par de meses atrás se tejió una historia de solidaridad cuya génesis se debió a la conexión entre un niño de siete años y una pelota de fútbol. Es el vínculo sentimental que Benicio le imprimió a su balón, y que movió a todo un distrito, hasta llegar a las oficinas de una reconocida empresa argentina que se hizo eco de su búsqueda.

“Han visto mi pelota?” es el inicio de un relato que se situó el pasado jueves 8 de agosto, cuando el atardecer ganaba paso en la jornada, y ya Benicio no tenía noticias de uno de sus objetos más preciados: el regalo de su tía Maru.

“Él tiene la habitación llena de pelotas, pero esa tenía un valor especial”, resumió a Telefe Noticias su madre Marisa.

Benicio y su familia viven enfrente de una plaza denominada Ardiles, donde casi todos los días se cruza con su pelota a pelotear en solitario, mientras aguarda a sus amigos que asisten al turno tarde de la Escuela Primaria N° 53 para poder jugar con ellos.

En esta oportunidad, el balón quedó abandonado por unos minutos en un extremo del espacio público mientras el niño fue a saludar a sus compañeritos del barrio. Luego de unos minutos de charla en la puerta del colegio, cuando regresó ya no estaba más.

“En ese momento que yo me iba a trabajar fue el gran alboroto y el llanto. Así que salió con el padre a buscarla alrededor de la plaza para contenerlo, porque nosotros ya sabíamos que no iba a aparecer”, señaló Marisa.

En ese momento, Benicio se encerró angustiado en su pieza y a pesar de las promesas de sus hermanos mayores de comprarle otra similar, no quería saber nada por el valor que le había conferido a ese elemento.

“Cuando volví del trabajo a la noche me expresó que la pelota no había aparecido, que estuvo llorando, pero ahí me dijo ‘tuve una gran idea mamá. Cuando vos te fuiste, estuve pensando un rato y me fui a mi habitación a hacer unos carteles’ y quiso salir sólo a pegar esos carteles”, reveló su madre.

En su cuarto y con sus lápices de colores trazó una y otra vez una especie de “identikit” lo más fidedigno posible de su pelota de fútbol, que correspondía al lote de balones de una promoción limitada que la empresa YPF había sacado al mercado. También se tomó el tiempo de colocar al pie del retrato su dirección.

“Chau papá me voy a pegar unos carteles”, fue la frase que le dijo a su padre cuando las lágrimas se habían consumido y la esperanza aparecía como la única opción de su pensamiento.

Su madre, Marisa, enterada de sus intenciones, detuvo su marcha porque Benicio pretendía salir en la inmensidad de la noche a pegar en la plaza sus afiches de búsqueda. Uno de los dos hermanos por parte de su padre, Mariano, fue el que lo acompañó a colocarlos sobre los postes de luz de la plaza.

“Él pensaba que aquel que se la llevó y vio su cartel, le iba a tocar timbre para devolvérsela. Ahí le dije que lo iba a ayudar, que le iba a sacar una foto a ese cartel cuando fuéramos para la escuela y la subiría a mi Facebook para que la viera más gente”, expresó.

Según Marisa, su hijo es “muy sociable” y en rol de aportarle una visión real siempre trata de “inculcarle que hay gente buena y mala”, para que no atenten contra su inocencia.

“Le gusta el fútbol (es hincha de River), también los libros de dinosaurios. Te vive pidiendo que lo lleves a los museos, le gusta mirar dibujitos, la tecnología”, describió.

Pese a transitar un proceso incipiente de vida, con sólo siete años, Benicio tiene algunas elecciones que dan cuenta de la construcción de una marcada personalidad. Desde muy pequeño tomó la postura de no comer carne.

“Me acuerdo que una vez habíamos comprado un pollo. Estábamos almorzando y él nos pregunta que comíamos, y como no quisimos mentirle le dijimos la verdad. Él dijo ¿están comiendo una gallina? (con una mueca de sorpresa)”, reveló Marisa.

Luego añadió: “Y también nos dijo: ‘Jamás me voy a comer una gallina ni ningún animal de esos que comen ustedes’. No se comen los animalitos porque a ellos les duele, y ahí te hace toda una historia”.

De acuerdo a lo expresado por la madre, lo que sucedió con la pelota de fútbol significó una enseñanza y una oportunidad de probarle a su hijo “que hay personas buenas”, dispuestas a solidarizarse con la tristeza de un niño.

A minutos de postear en redes sociales el cartel de búsqueda, se viralizó y las propuestas no tardaron en llegar. La comunidad tandilense y de la zona habían activado su corazón con el rezo de Benicio.

“Apareció un señor de General Madariaga que no se ubicaba donde quedaba Tandil, pero preguntaba cómo podía hacer para acercarse la pelota a Benicio. Hubo otro muchacho de acá que me trajo una pelota súper pateada (SIC) y se la dejaba. Le dijo que se la pasaba trabajando y ni tiempo tenía de jugar con ella. También un señor de una ferretería que llegó con tres pelotas a casa: una de River, una de Boca y otra común para que él eligiera la que más le gustara”, recordó.

Para Marisa “pasaron cosas que te llegan” y la emoción de ver todos esos gestos desinteresados de algunos desconocidos para con su hijo activó el gen de bondad.

“Justo venía el día del niño, y hablé con él de juntar todas esas pelotas que le querían obsequiar para donarlas”, contó.

La historia de Benicio y su pelota extraviada llegó a las narices de la empresa argentina de energía, YPF, quien a través del Departamento de Marketing busco contactarse con la familia del chico.

“Un familiar le había compartido la publicación a una persona de esa área con el cartelito de mi hijo. Ella se comunicó conmigo para decirme que esto se lo iba a pasar a su jefe, y al otro día me llamaron de YPF que se habían enternecido con la publicación y que nos iban a mandar varias pelotas para que también compartiera con sus amigos”, indicó.

El envío consistió de 40 balones y fue ejecutado “con cierta urgencia” a partir del conocimiento que tomó la firma sobre la intención que tenía Marisa de obsequiarlos en comedores, merenderos y hogares de los niños más necesitados de Tandil para el Día del Niño.

“De la cantidad de pelotas que nos enviaron nos quedan dos. Una va a ir una escuela y con la otra todavía no está definido el candidato. Dimos varias escuelas de barrios carenciados, donde a los profesores de Educación Física les viene bárbaro porque ayuda a que los chicos se integren”, remarcó.

En ese marco, Marisa destacó que Benicio también obsequió algunos de sus juguetes en desuso. Tal es el caso de una mesita de jardín con varios colores “que se la regaló a un nene humilde que conoció”.

El valor de la solidaridad

La devolución de la comunidad “tocó el corazón” de Marisa y en función de esos gestos altruistas, consideró que alrededor de la pérdida de algo material se atesoró una experiencia invalorable para su hijo y su familia.

“Había muchas personas que le querían regalar su pelota a Beni. Eso me llegó y por eso decidí regalar para el Día del Niño, era como una forma de agradecer”, argumentó.

La cara de los niños necesitados que recibían los balones o los juguetes de Benicio “eran impagables”, y el rito de entrega no siempre obedecía a una organización previa.

“Íbamos de casa en casa, o veíamos en una plaza y observábamos que justo había niños que jugaban con una pelota que ya no parecía tal. Entonces nos bajábamos con Benicio y les obsequiábamos una a cada uno”, puntualizó Marisa.

En virtud de ello, el caso de su hijo adquirió una inusitada notoriedad a tal punto de ser identificado por un niño de un barrio humilde de Tandil, en uno de los tantos recorridos de donación que emprendía cada sábado a bordo del auto de sus padres.

“Uno de esos chicos dijo: Mira ahí está el pibe de la pelota de YPF. Él después me dijo asombrado ‘¿Mami soy famoso? ‘, y eso está genial poder decir que uno se siente bien ayudando a la gente”, describió.

La inocente averiguación del paradero de una pelota motorizó fibras espirituales íntimas hasta llegar a convertirse en una búsqueda de satisfacción personal y orgullo familiar.

“Yo ahora estoy pensando en cómo juntar juguetes y cómo ayudar. Ya lo hablamos con Beni para hacerlo en los Reyes y Papa Noel. Por ahí hay muchos merenderos acá en Tandil, y ver a los chicos cuando reciben los juguetes con ese rostro de emoción es increíble”, enfatizó Marisa.

Sin embargo, y pese a la cosecha de un aprendizaje invaluable, en la mente de Benicio todavía flota la congoja de pérdida por aquel balón de la tía, y un optimismo que no conoce de negativas mientras pueda imaginar una posibilidad de aparición.

“Él hace unas semanas me dijo: ‘todavía sigo esperando mi pelota’. Tiene confianza que va a aparecer”, cerró.

Fuente: Telefe

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