Familiares de la tripulación aún siguen en la Base Naval y esperan de novedades

Familiares de la tripulación aún siguen en la Base Naval y esperan de novedades

Desde que el submarino desapareció el último 15 de noviembre con 44 marinos a bordo, el predio de la Armada en la ciudad balnearia se convirtió en el punto de encuentro para familiares y allegados y, aunque a medida que pasa el tiempo cada vez son menos, muchos insisten en que no dejarán el lugar hasta saber qué sucedió.

“Desde hace seis meses que no estoy un domingo con mis hijos en casa. Me pasé todo el verano en la Base, y aunque pasen 10 años no voy a dejar de venir hasta que me digan qué pasó: necesito saberlo”, dijo a Télam Andrea Mereles, esposa del suboficial segundo Ricardo Gabriel Alfaro Rodríguez.

Mereles contó que la noche del 16 de noviembre último, cuando la llamaron de la Armada para avisarle que habían perdido comunicación el día anterior, agarró la cartera y salió para el predio en el que solía apostarse el San Juan.

“Me vine para acá y me quedé hasta el día que informaron lo de la explosión, que fue como una trompada”, afirmó.

A partir de entonces, ella se acercó cada mañana a recibir el parte de novedades junto a otros familiares pero, a mediados de enero -disconformes con la información oficial que recibían- un grupo de ellos decidió comenzar a pernoctar en el Casino de Oficiales: “Les dijimos que no nos íbamos a ir hasta que los encuentren, y nos quedamos”.

Marcela Moyano, esposa de Hernán Rodríguez, jefe de máquinas del submarino, fue otra de las que decidió turnarse desde entonces para pasar la noche en el lugar, aunque a veces tenga que dormir acurrucada en un sillón de un cuerpo.

Al cumplirse hoy seis meses de la desaparición de la embarcación, aseguró que siente “como si el tiempo se hubiera detenido”.

“No estamos atrincheradas para molestar. Estamos acá porque necesitamos que nos ayuden”, señaló Moyano, que cada día acomoda su agenda familiar y laboral como puede para pasar el mayor tiempo posible en la base, a la espera de novedades del buque en el que iba el hombre del que se enamoró por Facebook mientras estaba destacado en la Antártida.

Otra de las esposas que se “plantó” en el predio naval fue Ruth Gómez, mujer del cabo principal Mario Toconás, quien estaba embarazada de casi cuatro meses cuando el buque perdió contacto, y dio a luz a la hija de la pareja el pasado 16 de abril.

“Si mi hija tiene que nacer acá adentro, nacerá”, le dijo Ruth pocas semanas antes del parto al jefe de la unidad de la Armada, Gabriel Attis, según recordó en diálogo con Télam.

Durante el embarazo, un grupo de esposas, madres y hermanas de otros marinos, que tenían que obligarla a que descansara en su casa, quisieron organizar un ‘baby shower’ en el predio naval, pero ella prefirió no hacerlo, aunque aceptó que todas se consideran “tías” de la beba, a la que llamó María Luz.

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