Circo en Davos. Por Luis Bruschtein
El comentario internacional es que Milei asustó a los grandes empresarios. De vuelta en el país tiene que aprobar los cambios negociados en la ley ómnibus que dijo que era innegociable.
Dos guerras planteó Javier Milei en Davos cuando acusó de socialistas a los grandes capitalistas que acuden a ese Foro. En vez de ponerlos de su lado para hacer negocios, los fustigó como si fuera el Papa de una Iglesia que no existe. Ese estrambótico desempeño llevó a medios oficialistas a realizar malabarismos para festejarlo. Lo aplaudieron por lo que hizo mal como si hubiera sido un éxito y hablaron de lucimiento. En esa guerra de sentidos, lo que para ellos fue lucimiento, para el resto del planeta fue, en el mejor de los casos, bizarro.
Las crónicas internacionales de la inolvidable performance del histriónico presidente de los argentinos coinciden en que su presentación concitó una fuerte expectativa y que el salón se llenó como pocas veces. Y también en que a medida que escuchaban, cundía la desilusión y que al finalizar Milei con su grito de barricada, la reacción del público fue más bien fría, con algunos aplausos de compromiso. El País, el Financial Times o la Folha de Sao Paulo —afines a la derecha— coinciden en ese punto. Los podría haber ganado, pero los asustó.
El comportamiento de Milei tras su presentación mostró que estaba enojado por la respuesta fría de su público. Ya fuera por su mano, o por la de algún empleado, posteó frenéticamente en la red X cerca de 500 opiniones, pero sobre todo “me gusta” y algunos reposteos. Uno de los que le gustaron representaba a Milei con un enorme pene. Como epígrafe de esa imagen decía: “Javier Milei dejando Davos, después de decirle a Klaus Schwab que se vaya a la mierda”. Schwab es el presidente del Foro, el que lo invitó a participar y el que lo recibió con un fuerte apretón de manos cuando subió al escenario.
Entre los enojos con los asistentes al Foro y los “me gusta” a quienes lo endiosaron con un gran pene en las redes, hubo uno al que destacó por encima de los demás. El magnate Elon Musk posteó el discurso de Milei en inglés y aclaró que se trataba de una explicación clara de la razón del mal o buen funcionamiento de la economía. Milei le agradeció mucho y replicó el mensaje en las redes.
Pero el elogio que tanto le interesó a Milei puede ser muy costoso para los argentinos. Starlink, una de las empresas de Musk, fue la única que mencionó Milei en su primera cadena nacional, en la que anunció el mega-DNU. En ese momento explicó que desregulaba la comunicación satelital para que pueda entrar Starlink. Es claro que, además, Elon Musk está más que interesado en el litio argentino que puede incorporar a la fabricación de sus autos eléctricos. Milei pagó por ese aplauso.
Musk, al igual que el resto de los empresarios llamados “unicornios”, como el argentino Marcos Galperin, dueño de la corporación Mercado Libre, han vivido del Estado para levantar sus empresas. En primer lugar aprovechando los avances tecnológicos que provienen de la investigación en centros estatales y luego al usufructuar las exenciones impositivas con que los estados favorecieron el desarrollo de las industrias tecnológicas. Estos millonarios despotrican contra lo que llaman “el intervencionismo estatal”, pero deben el crecimiento de sus fortunas al Estado.
Milei regresó contento al país por la repercusión que tuvo su discurso en las redes, que también fue, en gran parte, un operativo promovido como acción política por sus seguidores. Apenas desmonte, volverá a los problemas de la gestión, en especial el freno al mega DNU en la Justicia y los altibajos en el Congreso del DNU y de la ley ómnibus.
Milei decretó el estado de emergencia en todos los ámbitos de la gestión y en consecuencia pidió que el Congreso le delegue las funciones legislativas por dos años con opción a otros dos más. De esa manera declaraba inexistente al Parlamento. Es una propuesta antidemocrática, pero también es de máxima para una negociación. Todo lo que propone Milei, como la desaparición del índice de actualización de las jubilaciones, es de máxima. En el caso de los jubilados es evidente que la intención es deteriorar el sistema provisional para, en el mediano plazo, volver a las AFJP.
En el Congreso, la estrategia fue aislar al peronismo y negociar algunas concesiones con los demás bloques que son corresponsables de lo que haga el gobierno, porque representan fuerzas que lo votaron en segunda vuelta.
Es una situación bastante enredada. Milei salió segundo en la primera vuelta con muchos votos del peronismo. Y ganó en segunda vuelta porque sumó los votos antiperonistas que representó la alianza Juntos por el Cambio.
Como todas las medidas que ha tomado el gobierno afectaron principalmente a sectores populares y capas medias, parte del voto peronista de la primera vuelta empezó a tomar distancia y quedó firme el voto antiperonista que se sumó en segunda vuelta. Allí está gran parte de los radicales, el PRO, la Coalición Cívica, el schiaretismo y algunas fuerzas provinciales. Son corresponsables con el oficialismo y son los que ahora negociaron con el gobierno las modificaciones a la ley ómnibus.
La izquierda en Diputados y Unión por la Patria en ambas Cámaras se opusieron al mega DNU y a la ley ómnibus. Constituyen la única oposición real. La fuerza parlamentaria de Milei es de hecho el único oficialismo. Los que quedan en el medio, más que semiopositores, son semioficialistas que hasta ahora actuaron para aislar a Unión por la Patria en las comisiones y en la discusión de las leyes antidemocráticas que envió el gobierno. Mientras decenas de representantes sectoriales reconocidos exponían sus críticas a la legislación propuesta, los semioficialistas se reunían en un hotel cercano para discutir las leyes con representantes del gobierno.
La confusión se agudiza cuando las encuestas muestran que la imagen positiva de Milei bajó poco, pero el rechazo a las medidas del gobierno es grande. Los semioficialistas se abrazan al “bajó poco”. Unión por la Patria y la izquierda, al rechazo a las medidas.
La situación tiende a empeorar con la inflación en alza y la carestía en todos los niveles. El modelo de Milei en realidad busca ese resultado, aún cuando la cosecha sea récord como se anuncia. En ese contexto implica más devaluación. La pregunta es cuánto puede durar el “bajó poco” y cuál es su estructura: hasta qué punto puede resistir el deterioro del salario y las jubilaciones, la caída del consumo, o hasta qué punto no es la respuesta vergonzante de alguien que lo votó.
El 24 de enero, con el paro y la movilización de la CGT, las dos CTA y los movimientos sociales será el primer termómetro real del humor social. A pesar del “bajó poco”, la respuesta a la convocatoria ha sido muy amplia y se espera en general que la masividad supere a la de los actos más fuertes del peronismo.
La fecha es la peor que se pueda elegir para un acto masivo, por muchas razones: porque hace poco que asumió el gobierno, porque mucha gente está de vacaciones y porque seguramente hará mucho calor. Fue una decisión presionada por los acontecimientos. El acto y el paro tendrá un efecto político indirecto, porque golpea al gobierno. Pero falta la propuesta política que lo capitalice. Seguramente esa propuesta se construirá en la confluencia de las posiciones en el Parlamento, de gestiones provinciales afectadas y de la protesta social que incluye a caceroleros y pequeños y medianos empresarios.